Los funcionarios como el inca, capitanes y los mayordomos son los encargados de la organización de la fiesta en honor a la Virgen Inmaculada Concepción, patrona del distrito de Huayán.

Todo lo contrario ocurría en las décadas del 50, 60 y tal vez 70, las épocas de oro de las festividades de la virgen de Inmaculada Concepción, Patrona de Huayán, es por esa razón y rememorando todo ello narraremos con lujo de detalles como se desarrollaban las fiestas en aquellas décadas, los hechos y los personajes en la historia de las fiestas patronales de Huayán, es decir la época de oro.
De aquellos tiempos emergen en nuestros recuerdos hechos y personajes, protagonistas de privilegio eran los mayordomos, funcionarios, taurinos, devotos o simples comparsas, que dieron esplendor y encanto a esta fiesta patronal, participando con alegría y espontaneidad, en los actos religiosos y costumbristas, promovidos en homenaje a la Virgen Inmaculada.
Para tener una visión evocadora de estos festejos, en su primigenia y auténtica expresión, trasladémonos imaginariamente a estos tiempos y aquel entorno.
LA NOVENA DE LA VIRGEN
La fiesta comienza con los mejores auspicios. Los devotos están de plácemes, pues se informa que el párroco de Aija, ha confirmado su presencia para toda la temporada religiosa, incluida la “Novena de la virgen”. Los amantes de la fiesta brava, también están contentos: se sabe que el Inca ya hizo contrato de toros bravos, con las ganaderías de don Elifio Castillo y doña Petita Quiroz. Son noticias alentadoras que motivan desde el principio, la activa y fervorosa participación del pueblo, en estas celebraciones.

LA ANTEVISPERA

Por la tarde la fiesta continúa con igual intensidad. El eco de pasacalles y chuscadas de las bandas de músicos, se entrecruzan con las tonadas típicas del “jatun oficio“ (banda de carrizo) y el “aillihuilla” de las pallas, acompañando al Inca, capitanes y mayordomos, cada uno por su lado en la recolección de otros obsequios como: licores, carne (toros o ganado lanar), fuegos artificiales, etc., hasta culminar el día cansados, pero satisfechos. La jordana ha sido buena, señal de que el resto de la fiesta ha de ser buena.
SOLEMNE VISPERA
El 07 es un día mayormente religioso, siendo los actos centrales la misa matinal, el “huataqui” y las solemnes vísperas. En contraste con los excesos del día anterior, la población participa en estas celebraciones, con recogimiento y moderación. Mientras los mayordomos coordinan los preparativos para el “huataqui”, los funcionarios, Inca, capitanes y mayordomos, cada unos por su lado, visitan a sus “kellis” para entregarles su “cumple”: piezas de carne, verduras, frutas, panes, licores, especerías, chicha y una “wawa” como mascota. Es también momento de los especialistas, que en forma diligente y artesanal ponen a punto sus respectivas habilidades: don Artemio Palacios forjando artísticos “velones” diseñados con filigranas de cera y papel plateado; doña Benecilia Manrique, venida de Aija preparando primorosos “arcos” y macetas, diagramados artísticamente con flores de azucena y ramas de romero, los pirotécnicos armando los “castillos”: uno para el Inca, en la esquina de doña “Pellpa” y otro, de los mayordomos, frente al atrio de la iglesia. Y en el interior del templo, un ir y venir afanoso de devotos, colocando velas y cirios, arreglando floreros, acercándose al confesionario. A media tarde el pueblo se congrega en la Capilla de Hushcoll, para el ceremonial del “huataqui”: la colocación de la imagen de la virgen en las andas. La competencia es ahora de las “mayoralas”, que se disputan los sitios preferenciales del anda, para lucir sus “arcos” y macetas de flores; quienes deciden son los encargados de “amarrar” la Virgen, don Fortunato Berrocal y don Solano Amancio, que cumplen su tarea con esmero, asegurando y disponiendo convenientemente los arreglos: macetas, turbante, diadema, ornamentos, ceras, etc., culminando así la primera parte de la ceremonia.
De inmediato se inicia la procesión, con la venerada imagen en hombros de “cargadores” voluntarios, acompañamiento de bandas de músicos y orquesta de pallas. Los fieles se desplazan abriendo calle, cediendo el centro a los funcionarios de la fiesta, que avanzan portando “velones” y estándares. Los devotos se distribuyen en grupos; unas derramando pétalos de flores delante de la virgen, otras rezando el Santo Rosario en la voz cantante de doña Sofía Ramos, un coro de jóvenes: Leovigilda Anaya, Eugenia Méndez, Emperatriz Quiroz…, entonando cánticos religiosos, a su costado el grupo que se ha distinguido desde la novena por su devoción y asistencia: señoras Elvira Macedo de Gomero, Melchora e Hildaura Sifuentes, Ofelia Cerna, Eugenia Espíritu, Damiana Castillo, etc., y también en las paisanas que han venido en peregrinación: señoras Marcelina Braúl e hijas, Emilia Villafuerte, etc. Todos, en un ambiente de gran espiritualidad, con los fieles aclamando a la Patrona con plegarias, hasta llegar al templo.
Las vísperas constan de una parte religiosa y otra costumbrista. La ceremonia religiosa se desarrolla con toda la solemnidad, con una rogativa nocturna, exposición del Santísimo y acompañamiento de coro y bandas de músicos. La parte costumbrista se retoma con la quema de fuegos artificiales en forma alternada con la retreta de bandas de músicos. La competencia comienza con la intervención de la banda visitante, que interpreta las mejores piezas de su repertorio. La banda de músicos de Huayán no se queda atrás: con don Pragmacio Castillo en el clarinete, don Príamo Amancio en el redoblante y don Artemio Palacios en el requinto, emulando a la otrora prestigiosa banda de Huayán, la de Genaro Huayta, interpretan sus mejores tonadas, arrancando aplausos del público. Entre tanto los fuegos artificiales prosiguen, cohetes de arranque, avellanas, luces de bengala, ruedas, toritos y palomas en armazones de carrizo para culminar hacia la madrugada, con la quema de “castillos”, en medio de la alegría del público, que ha gozado y bailado sin descanso.
De inmediato se inicia la procesión, con la venerada imagen en hombros de “cargadores” voluntarios, acompañamiento de bandas de músicos y orquesta de pallas. Los fieles se desplazan abriendo calle, cediendo el centro a los funcionarios de la fiesta, que avanzan portando “velones” y estándares. Los devotos se distribuyen en grupos; unas derramando pétalos de flores delante de la virgen, otras rezando el Santo Rosario en la voz cantante de doña Sofía Ramos, un coro de jóvenes: Leovigilda Anaya, Eugenia Méndez, Emperatriz Quiroz…, entonando cánticos religiosos, a su costado el grupo que se ha distinguido desde la novena por su devoción y asistencia: señoras Elvira Macedo de Gomero, Melchora e Hildaura Sifuentes, Ofelia Cerna, Eugenia Espíritu, Damiana Castillo, etc., y también en las paisanas que han venido en peregrinación: señoras Marcelina Braúl e hijas, Emilia Villafuerte, etc. Todos, en un ambiente de gran espiritualidad, con los fieles aclamando a la Patrona con plegarias, hasta llegar al templo.
Las vísperas constan de una parte religiosa y otra costumbrista. La ceremonia religiosa se desarrolla con toda la solemnidad, con una rogativa nocturna, exposición del Santísimo y acompañamiento de coro y bandas de músicos. La parte costumbrista se retoma con la quema de fuegos artificiales en forma alternada con la retreta de bandas de músicos. La competencia comienza con la intervención de la banda visitante, que interpreta las mejores piezas de su repertorio. La banda de músicos de Huayán no se queda atrás: con don Pragmacio Castillo en el clarinete, don Príamo Amancio en el redoblante y don Artemio Palacios en el requinto, emulando a la otrora prestigiosa banda de Huayán, la de Genaro Huayta, interpretan sus mejores tonadas, arrancando aplausos del público. Entre tanto los fuegos artificiales prosiguen, cohetes de arranque, avellanas, luces de bengala, ruedas, toritos y palomas en armazones de carrizo para culminar hacia la madrugada, con la quema de “castillos”, en medio de la alegría del público, que ha gozado y bailado sin descanso.
DIA CENTRAL
08 de Diciembre, fiesta y pasión del pueblo. Huayán se apresta a celebrar con toda la solemnidad el día de la Inmaculada Concepción. Patrona y Protectora del Distrito.
El primer homenaje lo recibe al rayar el alba con dianas y marchas religiosas de las bandas de músicos en la puerta del templo. Luego, y aún con los efectos de la mala noche, los pobladores se apresuran a preparar sus galas para lucirlas en la fiesta: unos sacándolos de baúles y roperos todavía con olor a naftalina, otros para exhibir lo adquirido en los mercachifles, y por su lado, “los de Lima”, alardeando con su moda a la “criolla”; el inca y capitanes, con los distintivos de su cargo: cintas bordadas con hilos dorados cruzándose el pecho y guirnaldas en los sombreros; y las pallas músicos, también con atavíos de fiesta.
El tañido de la primera campanada anuncia a los fieles, el inminente inicio de la misa, que según costumbre establecida debe comenzar a las 11.am, por tanto, acuden presurosos a la Iglesia para llegar a tiempo a la ceremonia. A la tercera campanada los fieles colman el templo, en un ambiente de gran solemnidad. Al fondo, la imagen de la Virgen Inmaculada resplandece a la luz ambarina de cirios y velas, inspirando un sentimiento místico que se acentúa con la fragancia de las flores y el aroma a incienso de los sahumerios. El sacerdote celebra el acto litúrgico, “misa cantada” con palabras y rituales en latín, asistido por el sacristán don “Moshi” y el organista y cantor don Leopoldo Vergara. Y en la asamblea el pueblo de Huayán, reafirmando su amor y veneración a la Virgen María, con plegarias y canticos religiosos, que repercuten en todo el recinto. En suma, una ceremonia muy lucida, significando que los mayordomos han cumplido con creces su compromiso con la Virgen María y con el pueblo.
La parte religiosa culmina con la proclamación de los nuevos mayordomos y en horas de la tarde, con la procesión de la Virgen en el cuadrilátero de la plaza principal.
Terminada la misa, los concurrentes se dirigen a la reunión anual de costumbre, para elegir al Inca y dos capitanes, que tendrán la responsabilidad de organizar la fiesta del año siguiente. Mientras los asistentes saborean el convite del Inca, una mesa bien provista de panes, frutas, bizcochuelos, licores….y jarras de chicha, se proponen candidatos, animando a unos, rechazando otros, hasta lograr consenso. Hay satisfacción general, porque los funcionarios son pudientes y del distrito, lo cual garantiza la continuidad de los festejos, en el año venidero.
LA TARDE TAURINA
El día es netamente taurino, afición heredada de España, pero con significado aporte aborigen. Aquí, en efecto, el mestizaje de costumbres, es evidente: al legado hispano de la fiesta brava, con paseo de cuadrilla, gritos de “ole” y alarido de trompetas tocando pasodobles de sabor español, se agregan elementos nativos de “cuatro dedos”, “pecho capitán” y paseo del Inca con su séquito de pallas y música andina de flautas y roncadoras.
Las actividades del día comienzan muy temprano, con una costumbre muy huayana, “el cuatro dedos”. Iniciando un desafío a quien gana que dura todo el día, el Inca brinda con cada uno de sus capitanes, el equivalente de cuatro dedos de un vaso de aguardiente. Es una competencia que trasciende a la plaza de toros: el Inca, garantizando la bravura de sus toros de lidia; los capitanes asegurando la presencia y valentía de sus toreros.
A media mañana se nota un movimiento, que alarma a chicos y grandes. Son los toros bravos que ingresan por el camino de “Chank´a” al estampido de chicotes que enarbolaban los “repunteros” al llevarlos al corral. Ahí están don Inés León, don Merardo Manrique y don Víctor Gargate que, alentados por la coca, “trago fuerte” y cigarros “marca chanchito”, han cumplido un exitoso “rodeo” por Rucash y Ponka, retornado a tiempo con los bravos.
La tarde taurina se inicia con la tradicional “entrada” del Inca y los capitanes al escenario de la fiesta. Presidiendo una bulliciosa y colorida caravana de acompañantes y mostrándose muy ufanos en cabalgaduras (caballos) adornados con jaez de plata, desfilan alrededor de la plaza del pueblo que luce en esta oportunidad como un verdadero coso de toros, con el atrio de la iglesia, balcones familiares y espacios adyacentes colmados de público, que aplauden con entusiasmo el paso del cortejo. En medio de gran expectativa, el Inca dispone la salida del primer bravo: es “Antacasha” una vaca con fama de “matrera” que se deja llevar pacíficamente al paso por su dueña doña Petita Quiroz, pero puesta en la plaza se torna bravísima. Apremiados por los gritos de “pecho capitán”, los capitanes recurren al aguardiente como recurso indispensable para dar “valor” a los aficionados y reclutar con su trepador mensaje, toreros espontáneos. Entonces, “entonados “ por los tragos saltan a la plaza dos conocidos aficionados: don Virgilio Garzón “El vige” y don Eugenio Anaya “Cañahuaso”, y poncho en mano retan a la bestia “Antacasha”, que muy impaciente embiste con furia, pero burlada por los toreros que lo esquivan con valentía y destreza, con pases taurinos que hacen delirar al público, que aplaude con entusiasmo.
El Inca lanza un nuevo reto y hace ingresas al “Rucashino”, conocido bravo de la ganadería de don Elifio Castillo, que se cuadra inquieto y desafiante en medio de la plaza. De pronto sale al ruedo un jinete sobre un caballo de gran alzada: es don Leoncio P. Gomero que situándose en el centro de la plaza domina al brioso corcel, ejecutando un perfecto “8” sin romper una sola de las botellas desparramadas previamente por los capitanes; luego se dirige al bravo para dominarlo con elegantes pases a caballo, cumpliendo una gran faena, que el público aplaude. La tarde taurina prosigue con éxito, ratificándose la bravura del ganado y dando oportunidad a viejos aficionados como don Mamerto Espíritu y don Agustín Ita, y promoviendo nuevos valores como Marcial Guzmán Chávez.
La tarde taurina termina virtualmente en empate, entre toros y toreros, vale decir entre el Inca y los capitanes, y quedara solo en el recuerdo, como tantas otras que cuentan los viejos aficionados. Como aquella que recuerda don Fortunato Berrocal, del famoso toro “Huetapincho” de la ganadería de don Félix Mejía de “Pokián”, que destripó al Caballo del Inca don Ambrosio Cerna, cogiéndolo del “compañón”. O como la vez que el Inca don Leoncito Gomero Macedo (hijo), puso en el toril 13 bravos pero solo lidiaron 6, porque llegó la noche. O quizá rememorando la rivalidad que solían mantener en el ruedo don Alfredo Huayta y don Juan Espíritu. En fin, de encuentros y desencuentros entre osados aficionados y toros bravos de la región que al final enaltecían el evento.
Alejo Berrocal Vergara
El Inca lanza un nuevo reto y hace ingresas al “Rucashino”, conocido bravo de la ganadería de don Elifio Castillo, que se cuadra inquieto y desafiante en medio de la plaza. De pronto sale al ruedo un jinete sobre un caballo de gran alzada: es don Leoncio P. Gomero que situándose en el centro de la plaza domina al brioso corcel, ejecutando un perfecto “8” sin romper una sola de las botellas desparramadas previamente por los capitanes; luego se dirige al bravo para dominarlo con elegantes pases a caballo, cumpliendo una gran faena, que el público aplaude. La tarde taurina prosigue con éxito, ratificándose la bravura del ganado y dando oportunidad a viejos aficionados como don Mamerto Espíritu y don Agustín Ita, y promoviendo nuevos valores como Marcial Guzmán Chávez.
La tarde taurina termina virtualmente en empate, entre toros y toreros, vale decir entre el Inca y los capitanes, y quedara solo en el recuerdo, como tantas otras que cuentan los viejos aficionados. Como aquella que recuerda don Fortunato Berrocal, del famoso toro “Huetapincho” de la ganadería de don Félix Mejía de “Pokián”, que destripó al Caballo del Inca don Ambrosio Cerna, cogiéndolo del “compañón”. O como la vez que el Inca don Leoncito Gomero Macedo (hijo), puso en el toril 13 bravos pero solo lidiaron 6, porque llegó la noche. O quizá rememorando la rivalidad que solían mantener en el ruedo don Alfredo Huayta y don Juan Espíritu. En fin, de encuentros y desencuentros entre osados aficionados y toros bravos de la región que al final enaltecían el evento.
Alejo Berrocal Vergara
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