Entre las fiestas costumbristas y tradicionales de Huayán, el 28 de julio es una de las más coloridas y alegres por la época en que se desarrolla. Equivocadamente las estaciones del año en el Perú se han generalizado por igual, para todas las regiones, sin tener en cuenta sus variedades climáticas y geográficas.
Sin lugar a dudas, la estación primaveral en su etapa culminante es la que caracteriza este mes de julio, por cuanto el verdor del campo ha llegado a su máximo esplendor. Las verduras y legumbres han culminado su madurez y el estío se va asomando con su manto dorado para colorear los fecundos campos de mi querido Huayán. Por esta razón, en la actualidad se le denomina “La Fiesta de la Juventud”.
También podemos decir que la fiesta es doble en este paraíso de los andes. La fiesta de la producción como un homenaje al esfuerzo de los agricultores y la fiesta costumbrista como un saludo a la patria grande en un aniversario de su independencia nacional, desde hace más de un siglo.
Los que visitan al pueblo en esta fecha festiva tienen la gran oportunidad de disfrutar de dichos eventos costumbristas, de las frescas verduras, carnes y quesos y, además, de otras posibilidades de distracción como la de escalar montañas o de reencuentros familiares.
De esta manera los 10 últimos días del mes de julio se convierten en un gran ajetreo del ir y venir por las rutas polvorientas de Era Jirka Huayán, por aquellos visitantes radicados en Lima, Huarmey y de otras ciudades de la costa. Pero los días 25 y 26 son los de mayor afluencia pública.
Pero en el mismo pueblo, el ajetreo empieza mucho más antes, especialmente para los funcionarios (encargados de organizar la fiesta). Cuyes, gallinas, carneros y vacas reciben los últimos alimentos de engorde antes de entrar al sacrificio, de lo contrario no habrá fiesta. Verduras de la costa y del lugar son recogidas o adquiridas para el gran comelón, los botijotes de chicha de jora son bien fermentados para calmar la sed de los bebedores, bloques de hielo traídos de la puna son almacenados para la elaboración de ricos helados de leche pura. Por último, los hornos empiezan a calentarse para hornear los incomparables panes huayanos, los biscochuelos y para algún chanchito al horno.
Indudablemente, el Inka, los capitanes y los mayordomos (organizadores y ejecutores de la fiesta) son los que más trabajo desplegarán, desde muchos meses atrás; porque la responsabilidad es tan grande y hay que cumplirlas, porque es un compromiso público asumido ante el pueblo y la patria chica. Si la fiesta es buena la opinión pública también será buena y generosa, pero si la fiesta es mala, las críticas serán muchas y al final el Inka y sus capitanes ni un escuálido conejo de regalo recibirán.
26 de julio, la fiesta comienza con la llegada de músicos, danzantes y visitantes. El tradicional “carga yarkami”, la entrada de frutas y verduras sobre el lomo de nobles jumentos, decorados con banderines, es el evento más festivo y de participación popular, momentos en que las alegrías más reprimidas o contenidas afloran libremente y sin temor. En la noche los escolares, se adhieren a la fiesta con un colorido paseo de antorchas.
27 de julio, un día esplendoroso, cielo azul y sol radiante, entre el verdor y la majestuosidad del Huantash y el Karkin, cerros tutelares de mi Huayán, el pueblo se levanta con sus casas embanderadas y un ambiente de fiesta se nota a la distancia, por los acordes musicales que interpretan los músicos sin cesar, luego de haber degustado un suculento caldo de cabeza y un ponche de chicha de jora.
El desfile escolar por el aniversario patrio se desarrolla con marcialidad y patriotismo en la plaza de armas del distrito. Luego, en la tarde los funcionarios de la fiesta empiezan a entregar carne, verduras, panes, frutas y chicha a los obsequiantes (kellis) un cumplimiento ceremonial, acorde con las costumbres y tradiciones del pueblo. Todo esto bajo el acompañamiento de la banda de músicos, danzantes y público observador.
28 de julio, día central de la fiesta, El Inka ofrece un gran banquete a todo el pueblo cuyo menú es un sancochado, picante de cuy, chicha de jora, cerveza, panes y frutas. Para el efecto, el voluntarioso inka debe haber sacrificado no menos de 2 toros, 5 carneros, 50 cuyes y conejos, haber adquirido 20 sacos de frutas y verduras, haber fermentado 2 botijotes de chicha, haber comprado 50 cajas de cerveza, entre otras cosas más. Es en este momento del banquete, en que alguno de los comensales, previo haber bebido o recibido el “shimiquiche”, se comprometen a ser el próximo inka y capitanes de la fiesta, del siguiente año. Una alegre diana, interpretada por los músicos presentes, da por confirmado, dicho compromiso público. De allí, para adelante, la comilona y un gran baile, complementarán este gran día de fiesta.
29 de julio, la gran corrida de toros. En el siglo pasado, antes que el pueblo se modernizara, era un día de suspenso y nerviosismo, porque al promediar la mañana, los toros bravos provenientes de Pokean o Rucash, entraban raudamente por las calles del barrio de arriba, como en la fiestas de San Fermín España, rumbo a la plaza de armas, y en cuyo patio de actividades de la municipalidad eran confinados estos bovinos embravecidos, hasta la hora de su puesta al ruedo, el cual era nada menos que la plaza misma, cercada con troncos por sus 4 esquinas. Actualmente Huayán cuenta con un moderno coso taurino, al final del Barrio de abajo.
Ya en la tarde, después del almuerzo, el público apostado en el atrio de la iglesia, en los balcones de las casas y en los cercos de las esquinas, esperaba con ansiedad dicho evento taurino. La fiesta empezaba con el ingreso del inca y sus capitanes, cabalgados sobre corceles elegantemente ensillados y con moños de cinta en la frente. Por su parte los funcionarios bien enternados, lucían decoradas bandas y sombreros con cintas y guirnaldas multicolores. La entrada triunfal era acompañada por los acordes marciales de los músicos de turno, tras ellos un público alegre, ansioso de recoger caramelos tirados desde los balcones por el público observador. A su paso el inca y sus capitanes recibían del público presente, sendos obsequios como conejos, carneros, licores y otros atados con cintas multicolores. Esta entrada festiva culminaba con una demostración de movimientos artísticos de los jinetes funcionarios.
Si la fiesta era buena, toreros profesionales como el famoso César Guía, eran contratados y hasta un toro de muerte se destinaba para redondear la tarde taurina. De lo contrario, sólo toreros aficionados del pueblo, animados por unos cuantos tragos, y poncho o pañolón en mano se lanzaban al ruedo; unos con suerte y otros por su inexperiencia en dichas lides eran vapuleados y zarandeados por toros bravos como el “Luis Pardo” de don Elifio Castillo o una vaquillona de cuernos puntiagudos llamada “antacasha”.
Al final de tanto suspenso, emociones y risas, para culminar la tarde taurina, los nuevos funcionarios, luego de recibir los caballos y sombreros de los funcionarios salientes, repetían la entrada triunfal y en su recorrido, también recibían obsequios del público, como muestra de apoyo, a la responsabilidad asumida para la fiesta del próximo año. La fiesta culminaba con un baile general y una gran cena ofrecida por los funcionarios.
Estas si que eran fiestas para una buena y sana diversión. Una costumbre que debemos conservar, sin que el modernismo o el desconocimiento de nuestras tradiciones, modifiquen o eliminen la verdadera esencia y razón de nuestra cultura huayana.
Esta gran fiesta de la juventud, organizada el presente año por los señores Ricardo Castillo Gomero (Inka), Justa Simeon Rodríguez y Liz Berrocal (capitanes), invitan al público en general a disfrutar de esta fiesta tradicional huayana. Una opción cómoda y entretenida, para disfrutar una semana de Fiestas patrias.
Francisco Castillo Gomero